Martes, 30 de noviembre
Cambio de planes
Pero el Señor le había dicho a Abrán: “Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Yo haré de ti una nación grande. Te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan, y maldeciré a los que te maldigan; y en ti serán benditas todas las familias de la tierra”. Y Abrán se fue, tal y como el Señor le dijo, y Lot se fue con él. (Génesis 12:1-4a)
Me pregunto qué pensaba Abrán de su vida antes de que Dios lo llamara. Tenía unos setenta años y estaba casado, pero sin hijos. Esa fue la única gran tristeza de su vida. Sin embargo, él y su esposa vivían entre parientes, por lo que no estaban completamente solos, y probablemente estaban bastante bien económicamente. Seguramente el resto de su vida sería predecible: lo mismo de siempre hasta que les llegara la muerte.
Pero entonces Dios le dijo que fuera donde Él lo mandaba, dejando a sus parientes, su casa y todo lo conocido, prometiéndole que Él haría algo asombroso en su vida y que, gracias a él y a su familia, todas las naciones de la tierra serían bendecidas.
Los planes que Abrán tenía se esfumaron. A partir de ese momento, Abrán nunca sabría de un año para otro dónde viviría o qué cosas le sucederían. Pero conocía la promesa inquebrantable de Dios: “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Hechos 3:25b).
Jesús vendría de la familia de Abrán, y Dios bendeciría a todas las personas a través de su nacimiento, sufrimiento, muerte y resurrección. El plan de Dios era atraer a todas las familias del mundo a su propia familia, a través de Jesús nuestro Salvador.
Padre, gracias por hacer un plan para hacerme tu hijo a través de Jesús. Amén.
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(Devocional extraído de la serie: Hijo de la promesa – www.paraelcamino.com)