“¿Cuánto vale tu vida?”, preguntó el corredor de seguros, y luego hizo un cálculo, incluyendo la edad, el salario y la esperanza de vida del cliente potencial. Naturalmente, se refería a las cosas materiales. Pero una herencia, una buena jubilación o una asistencia fúnebre, aunque importantes, no dan la dimensión real de la vida. La vida no se evalúa en tablas. El aliento de vida dado por Dios a los seres humanos no puede ser reproducido por nosotros. Y esto demuestra cuánto vale la vida por ser un milagro divino. Ningún seguro, plan de salud o plan de pensiones puede ofrecer vida. Frente a la muerte, a nuestra incapacidad de sostener la vida, Jesús dice que vino “para que las ovejas tuvieran vida, la vida plena” (Juan 10:10). Sed seguros de la vida: confiad en Jesús.
Lee en tu Biblia: Juan 10:7-10
Oración: Señor Jesús, a menudo vivo inquieto y sin paz, pensando en cosas que las polillas y el óxido destruyen. Ayúdame a tener la sabiduría para lidiar con la planificación financiera en esta vida sin perder la paz y la alegría de la misma vida que me das, libremente. Amén.