“En el principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba con Dios, y Dios mismo era la Palabra. La Palabra estaba en el principio con Dios. Por ella fueron hechas todas las cosas. Sin ella nada fue hecho de lo que ha sido hecho. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de la humanidad. La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:1-5).
A veces, justo cuando estamos trabajando en la computadora o disfrutando una buena película en familia, ¡pum! se va la luz. Y casi sin pensarlo, decimos con frustración: “¡Se fue la luz!” No importa si es por unos minutos o por horas, el ambiente cambia. Todo se vuelve incómodo, incierto.
Pero cuando el servicio se restablece, lo celebramos con una sonrisa y hasta con un grito de alivio: “¡Nos llegó la luz!” Porque sí, la luz transforma. Disipa las sombras, devuelve la calma y nos permite ver con claridad. Así también es Jesús: la luz verdadera que resplandece en medio de nuestras tinieblas. Y lo mejor es que Su luz nunca se apaga.
Jesucristo vino a traer vida a los que estábamos muertos en nuestros pecados. Y es que, sin Cristo, estamos en tinieblas, somos incapaces de producir luz por nosotros mismos. Nuestra rebelión, orgullo y autosuficiencia no hacen más que oscurecer aún más el alma.
Pero nuestra esperanza es que “La luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no han podido extinguirla”. Jesús no vino a condenar,
sino a rescatar. Esa Luz verdadera no solo alumbra el mundo, sino que transforma corazones. En Nochebuena, el llamado no es solo a recordar un hecho histórico, ni tampoco es a cumplir con una tradición sino a responder en fe: a recibir a Jesús, a rendirse a Su Luz y a caminar en ella.
Señor Jesús, Luz verdadera, ilumina mi corazón en medio de cualquier oscuridad y guíame siempre por Tu verdad. Amén.
Para reflexionar
- ¿He recibido la Luz de Cristo con fe y entrega?
- ¿Cómo puedo reflejar hoy esa Luz en medio del mundo que me rodea?
Pastor Luciano Vega-Ayala, Presentador de Sentido Latino


