Devociones de Adviento

Sabado, 25 de diciembre

Dando lo mejor de sí mismo

Y allí tuvo a su hijo primogénito; y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en ese albergue. (Lucas 2:7)

Esta fue la introducción de Jesús al mundo: ser envuelto en pañales y acostado en un pesebre. María debió haber traído los pañales en su viaje desde Nazaret, empacados cuidadosamente para el día en que los necesitaría. El pesebre, por otro lado, era algo de última hora, un sustituto de la cuna que no tenían, lejos de casa como estaban.

Ambos elementos eran necesarios. Los pañales y mantas mantenían al bebé abrigado y firme para asegurarse de que creciera con extremidades rectas y fuertes, de acuerdo con el pensamiento del día. El pesebre mantuvo a Jesús a salvo del suelo, donde podría ser pisado o mordido por ratas.

Nada parecía gran cosa: unas tiras de tela y un cajón de comida para animales. Pero fue lo mejor que pudieron hacer María y José por el bebé que amaban. Y a los ojos humanos, Jesús mismo no parecía mucho, pero era lo mejor que Dios podía hacer por nosotros, las personas que él amaba.

Un pequeño bebé. ¿Es esta la forma en que Dios rescata al mundo? Sí. Porque este bebé crecería como el Hombre Jesucristo, que es Dios mismo que vive entre nosotros. Jesús pasó su vida cuidando, enseñando, curando, ayudando, y luego entregó su vida por nosotros, para vencer el poder del mal sobre nosotros y sobre todo el mundo. Cuando resucitó de entre los muertos destruyó el poder de la muerte, y ahora todo el que confía en él vivirá para siempre.

¡Mira cuánto nos ama Dios!

Querido Padre, gracias por darnos a Jesús, tu Hijo. Amén.

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(Devocional extraído de la serie: Hijo de la promesa – www.paraelcamino.com)