Viernes, 3 de diciembre
La promesa oculta
Pues ahora el Señor mismo les dará una señal: La joven concebirá, y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emanuel. (Isaías 7:14)
Conocemos mejor este versículo como una profecía del nacimiento de Jesús, pero ¿alguna vez has escuchado de dónde vino? Durante una guerra contra Judá, al rey Ajaz le preocupaba ser vencido. Entonces Dios le dijo al profeta Isaías que fuera a hablar con él y le dijera que no tuviera miedo. ¡Incluso se ofreció a hacer un milagro para que el rey pudiera verlo y estar seguro de que no iba a perder esta guerra!
Pero el rey dijo que no estaba interesado en ver milagros. ¿Puedes creerlo? (Ajaz era uno de los antepasados reales de Jesús, pero era un rey malvado y no tenía ningún interés en seguir al Señor.)
De más está decir que eso no hizo feliz a Dios. Entonces, Dios mismo escogió el milagro y lo anunció a través de Isaías: una joven (una doncella, una virgen) daría a luz un hijo.
El mensaje superficial para el rey era simple: una joven tendría un bebé, y antes de que el niño tuviera la edad suficiente para comer alimentos sólidos y tomar sus propias decisiones, los enemigos de Judá se habrían ido. No tomaría mucho tiempo.
El rey Ajaz ignoró la promesa y siguió por su mal camino. Pero escondida en esa promesa superficial había una más profunda para nosotros: la promesa de Jesús, un niño mucho más grande que nacería no solo de una mujer joven, sino de una virgen. Y él sería Emanuel, “Dios con nosotros”. Él nos salvaría de enemigos mucho mayores que los que enfrentó Ajaz. A través de su vida, muerte y resurrección, Jesús nos salvaría del poder de la muerte y el infierno. ¡Mira cuánto nos ama Dios!
Padre, gracias por darnos esta doble promesa, y por darnos a tu Hijo. Amén.
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(Devocional extraído de la serie: Hijo de la promesa – www.paraelcamino.com)