“Cuando hayan hecho todo lo que se les ordenó, digan: ‘Somos siervos inútiles; solo cumplimos con nuestro deber’” (Lucas 17:10), dijo Jesús. Esta frase, que puede parecer dura y cruel, es un recordatorio de que obedecer a Dios es lo que se espera de sus criaturas y que el orgullo humano no tiene fundamento ante el Dios Santo. Lo verdaderamente bueno, digno de honor y alabanza, es Dios mismo, quien, con amor y misericordia, actúa para que nosotros, siervos inútiles, recibamos la mayor recompensa, la vida eterna, gracias al Siervo perfecto, Jesús. Gracias a este amor, podemos servir con alegría y un corazón agradecido, y un día escucharemos del Creador: “¡Bien hecho, siervo bueno y fiel! ¡Ven a celebrar conmigo!” (Mateo 25:23).
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Oración: Señor Jesús, perdóname por mi orgullo. Gracias por servirnos con tu muerte y resurrección. Que hoy pueda experimentar tu perdón en mis relaciones. Amén.