Sábado, 2 de abril
La gallina y sus polluelos
«¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que son enviados a ti! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como junta la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! ¡Miren cuán desolada se queda la casa de ustedes! Porque yo les digo que no volverán a verme, hasta que digan: “Bendito el que viene en el nombre del Señor.”» Mateo 23:37-39
Una fotografía recorre las redes. Se trata de una gallina soportando un feroz temporal, en medio del barro, cubriendo con cariño a sus tiernos polluelos. Ahí están a salvo. Pocas imágenes pueden transmitirnos mejor el significado de la palabra «protección».
Un video nos muestra a una valiente gallina enfrentando a picotazos a una cobra empeñada en devorar a sus polluelos. Todos logran ser salvados. No hay mejor manera de describir lo que significa «valentía». ¡Y pensar que algunos todavía se atreven a decir «cobarde como una gallina»!
Ambas imágenes nos ayudan a entender lo que experimentó el corazón de Jesús al momento de pronunciar estas palabras sobre Jerusalén. La ciudad que debía recibirlo con fe y gozo como Mesías, se comportaría como una cobra. Jerusalén, horas después, atacaría con furia a Aquel que en sus alas traía salvación (Malaquías 2:4). Jesús se lamenta y llora, porque ve con dolor la horrible destrucción que esa ciudad soportaría décadas más tarde bajo el cruel imperio romano.
Lo que quedó claro en aquella semana santa es que Él no vino para salvarse, sino para salvarnos. Él, como una gallina valiente y protectora, habría de soportar con mansedumbre los picotazos mortales y los golpes violentos con tal de que éstos no nos alcanzaran a nosotros. El furioso temporal desatado por nuestras maldades arreciaría sobre su santo cuerpo. Al final, bajos sus alas, hallamos protección. ¿Te sientes desamparado? Te invito a buscar ese refugio. Hay lugar para ti y para mí.
Querido Jesús: quiero refugiarme bajo tus alas. Gracias por exponer tu vida por mí. Perdona mi rebeldía. Amén
Señor, que eres la luz del mundo: ilumina mi vida. Abre mis ojos. Muéstrame el amor del Padre. Amén
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(Devocional extraído de la serie: Por ti y por mi – www.paraelcamino.com)