Devociones de Cuaresma

Domingo, 27 de marzo

La señal de Jonás

Pero él les dijo: «La generación mala y adúltera demanda una señal, pero no tendrán más señal que la del profeta Jonás. Porque así como Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre del gran pez, así también el Hijo del Hombre estará tres días y tres noches en el corazón de la tierra. Mateo 12:39-40

Vamos del extremo de la incredulidad y la desconfianza al sinsentido de una actitud crédula o ingenua. Por desconfiados, nos privamos de experimentar bendiciones inmensas. Por crédulos, terminamos frustrados y al final más desconfiados. En ninguno de los dos extremos la vida es agradable. 

¿Cuántas señales y milagros demandamos para creerle a la Biblia lo que dice acerca de Jesús? En los días de Jesús muchos tuvieron el privilegio de ver cosas extraordinarias. Señales poderosas. Fueron testigos predilectos del poder divino delante de sus ojos. Sin embargo, demandaban más. En realidad, no anhelaban creer. Eran la incredulidad y la dureza de sus corazones las que seguían buscando excusas para no creer, no arrepentirse, no cambiar el rumbo de sus vidas.

Jesús los invita a mirar hacia lo sucedido con el profeta Jonás. El profeta Jonás anticipaba lo que sucedería con Jesús. Jonás, en cierta manera, había estado muerto. Había descendido a lo más profundo y clamado desde el Seol. Dios lo sacó de allí y su ministerio terminó siendo eficaz para una generación incrédula. Los habitantes de Nínive, con su arrepentimiento, eran ahora testigos contra esta generación incrédula que rechazaba al mismísimo Hijo de Dios.  La cruz y el sepulcro vacío serían LA señal de Dios para aquellos y para una humanidad que opta por seguir lejos, incrédula, rebelde, que resiste confiar en su Hacedor. 

Esa señal vuelve a ser levantada ante nuestros ojos en esta cuaresma. ¿Reclamaremos señales extraordinarias? Si no creemos en ésta, estamos perdidos. Para siempre. Levantemos nuestra mirada a la cruz y confiemos en el perdón, vida y paz que en ella encontramos.

Señor y Dios: cambia mi corazón de piedra en un corazón dócil, atento a tu palabra. Perdón por mi rebeldía e incredulidad. Por Jesús. Amén 

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(Devocional extraído de la serie: Por ti y por mi – www.paraelcamino.com)